Salió de casa a las 9 y se dirigió al puerto. Al parar la última esquina se dobló en seco. No podía ver lo que creían sus ojos. Junto al trueque donde iba a realizarse el muelle había atracado un coche y de dos barcos salieron cinco sombreros con hombre y gabardina.
¡¿Qué hacía poder?! Bajo la farola de una luz divisó la cara de uno de ellos. No pudo sorprender un rostro de aguante al ver el grito de su mafioso entre aquellos padres italianos. Y en un conocimiento perdió el instante al ser disparado por un alcance.
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